lunes, 1 de noviembre de 2010

Napoléon y los judíos

(Publicado en este blog el 3 de mayo de 2008.)
Como se sabe, fue Napoleon quien liberó a los judíos de los ghettos, y los hizo ciudadanos a partes iguales, lo cual hasta el día de hoy los antisemitas no le perdonan, pues, según ellos, "desató la plaga".
Gracias a mi querida Zoé Valdés, quien me recordó el evento del Gran Sanhedrín, y me proporcionó interesantes datos, entre ellos el rezo que los judíos le dedicaron a Napoléon.
El Gran Sanhedrín, sobre la base del que tenía lugar en el Templo de Jerusalem, tuvo lugar una sola vez, a partir del 9 de febrero de 1807 (perdón, pero no puedo pasar por alto la capacidad que tenía Napoléon: el 9 de febrero de 1807 estaba en Prusia oriental, luego de la batalla de Eylau, el 8; tenía tiempo para dirigir lo que estaba pasando en Francia, e incluso en medio de la batalla, ocuparse de arreglar los asuntos internos de la Ópera de París), durante un mes. El Sanhedrín hizo del judaísmo la tercera religión del estado, y siguió al decreto de liberación de los judíos en 1806. Es la base del judaísmo francés.
En una previa asamblea, tres comisarios en representación del gobierno, le plantearon a los delegados judíos, provenientes de toda Francia, doce preguntas. Las tres primeras: ¿es legal que los judíos puedan casarse con varias mujeres?, ¿admitirían el divorcio sin que haya sido pronunciado por los tribunales, o sea, en virtud de reglas contrarias a las del Código civil?, ¿están en contra de los matrimonios mixtos?. (Observemos los anacronismos...) Luego, preguntas acerca de la calidad de la ciudadanía de los judíos: ¿se consideraban franceses?, ¿estaban dispuestos a defender a su patria, Francia?, y por último, lo concerniente a los rabinos: ¿quién los nombraba?; asi como lo relativo a la economía: ¿era cierto que la ley judía prohibía a los judíos practicar la usura con sus correligionarios?
Los delegados desconocían con anterioridad esas preguntas, ni sabían tampoco a ciencia cierta para que se les había convocado. Desde las primeras preguntas, se les hizo evidente que en dependencia de sus respuestas serían excluidos o mantenidos en la comunidad francesa. (Pienso en la actualidad del asunto...) Unánimente, los judíos dijeron que "defenderían a Francia hasta la muerte", por el contrario la asamblea se dividió en lo referente a los matrimonios mixtos, los rabinos se opusieron. ¿Cómo un rabino iba a bendecir la unión de una cristiana con un judío, cómo un cura iba a casar a un cristiano con una judía? Pero aceptaron que en su opinión esos matrimonios tenían todo su valor civil, que no por gusto quien dijo "dad a Dios lo que es de Dios, dad al César lo que es del César" fue un judío.
Los comisarios quedaron muy satisfechos con las respuestas, en principio, y el ministro del Interior -que no era Fouché-, todavía más. Pero Napoléon, no. El águila consideró que esas respuestas provenían de un pequeño número de judíos, los más ricos, los más educados, los más corteses. Napoléon quería algo más contundente. Entonces imaginó resucitar el Gran Sanhedrín, que en Jerusalem, tres siglos antes de Cristo, dirimía los asuntos religiosos y civiles. El Sanhedrín tendría que santificar en toda solemnidad las respuestas de los delegados en la asamblea. Ponerlas al lado del Talmud como artículos de fe.
La idea de convocar un "sanhedrín", institución desaparecida desde hacía 15 siglos, no podía ser más grandiosa, y sobre todo, efectiva y, también, astuta. Napoléon amaba este tipo de cosas, decía que "la imaginación gobierna el mundo". (Y era un lector impenitente de historia antigua, tiene que haber sorprendido a sus colaboradores el día que les habló de convocar un Sanhedrín, “un qué...?, supongo le habrán dicho). Con este acto, Napoléon conseguiría la adhesión sin falla de todos los judíos al estado francés, organizando su vida religiosa y civil, al mismo tiempo que hacía que la imaginación de los judíos volara a lo más alto de su judeidad: ¡un Sanhedrín, como en los tiempos de Jerusalem!
Si el Sanhedrín napoleónico duró sólo un mes, fue porque un jesuita intrigó para que se disolviera. Pero ya estaba hecho todo: se ungieron las respuestas de la previa asamblea. Napoléon fue llamado el "nuevo Ciro", y le hicieron su rezo.
La Europa anti-napoleónica se inquietó. "Todos los judíos ven en Napoléon a su mesías", decía Metternich.
Lo que hizo Napoléon fue "poner al día" al judaísmo, lo hizo entrar en la modernidad. Eso no le pasó inadvertido a un rabino: "Si Bonaparte triunfa, aumentará el número de acaudalados en Israel, y se acentuará la grandeza de Israel, pero ellos se marcharán y el corazón de Israel se alejará del Padre celestial".
Al Napoléon incorporar a los judíos a la sociedad, éstos se asimilaron. El "corso vil" -ah, sí, Martí- hizo todo lo posible para ello. Esa asimilación era la que temía el rabino citado, y no por casualidad también los "jasidim" rusos, ortodoxos. (Lo de "casualidad", por ser rusos en primer lugar.)
Hay varias anécdotas que refieren que cuando estaba en campaña siendo todavía un general al servicio del Directorio, el "corso vil" veía a los judíos en los ghettos y le decía a su "entourage" que no entendía en nombre de qué esos seres humanos eran condenados a ello. Supongo, no lo sé, que en su isla de Córcega natal no había judíos o muy pocos y por lo tanto no era antisemita.
Una leyenda -no lo es tanto, tiene visos de certeza- haría de Napoléon el primer sionista. Cuando fue a "Palestina", durante la campaña de Egipto a principios de 1799, se corrió el rumor que iba a crear un estado judío allí para acoger a los judíos de Europa. Si es cierto, prefirió luego su asimilación en tierra europea. Debate abierto.

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