lunes, 1 de noviembre de 2010

El invento del Gran Muftí de Jerusalem: un error fatal

(Publicado en este blog el 3 de febrero de 2009.)
Días atrás (como decíamos ayer, nota actual), exponía la alianza del Gran Muftí de Jerusalem, Hadj Amin al Husayni, con Adolf Hitler y cómo ello determinó el denominado "conflicto" del Medio Oriente, que no es sino la intención de destruir a Israel.
Dice Paul Johnson en "La historia de los judíos":
"El sombrío logro del gran muftí fue abrir entre los dirigentes judíos y árabes un abismo que nunca ha sido salvado por completo. En la Conferencia de San Remo, celebrada en 1920, un año antes de que este hombre ocupase su cargo, el Mandato Británico y la Declaración Balfour habían sido confirmados oficialmente como parte del Tratado de Versalles y las delegaciones árabe y judía compartieron una mesa en el Royal Hotel para celebrar el acontecimiento. En febrero de 1939, cuando la Conferencia Tripartita se reunió en Londres para tratar de resolver las diferencias entre árabes y judíos, los árabes rehusaron sentarse con los judíos, fueran cuales fuesen las circunstancias. Ése fue el resultado de la influencia del muftí; y, a la larga, la negativa a negociar directamente con los judíos, que obligó a éstos a emprender el camino de la acción unilateral, fue el factor que determinó que los árabes perdiesen Palestina. (...) Pero los árabes y los judíos no estaban en plano de igualdad. Los árabes ya tenían varios estados y no tardarían en tener más. Los judíos carecían de estado. Un axioma del sionismo era que debía nacer un estado donde los judíos pudieran sentirse seguros. ¿Y cómo iban a sentirse seguros si no lo controlaban? El control implicaba un sistema unitario, no binario; no el poder dividido, sino el dominio judío. Este aspecto estaba implícito en la Declaración Balfour, según lo explicó Winston Churchill, Secretario de colonias, en la reunión del gabinete imperial, celebrada el 22 de junio de 1921".
(Por cierto, Balfour, en 1906, le había reprochado a Weizmann, que había sucedido a Herzl, que se rechazara Uganda como hogar nacional judío. Weizmann le dijo: "Señor Balfour, suponiendo que yo le ofreciera París en lugar de Londres, ¿aceptaría?" "Pero, doctor Weizmann, nosotros tenemos Londres". “Es cierto, pero nosotros teníamos Jerusalem cuando Londres era un pantano". En este momento, Balfour comenzó a identificarse con el sionismo. En 1914, hubo otro encuentro entre ambos. Como chiste, Balfour le dice que ha discutido el asunto con Cosima Wagner - antisemita, desde luego-, y que ella coincidía en el asunto. "Sí, le respondió rápidamente Weizmann, y permítame repetirle exactamente lo que ella dijo: que los judíos estaban apoderándose de la cultura, la ciencia y la industria alemanas. (...) La tragedia de todo el asunto es que Madame Wagner no reconoce a los judíos como alemanes, y así estamos allí como el más explotado e incomprendido de los pueblos". Esto le sacó las lágrimas a Balfour, quien le dijo a Weizmann que se le había "aclarado el camino seguido por una nación grande y maltratada". Y luego leería los Salmos.)

Al finalizar la Primera Guerra mundial, al emir Faisal, de los hachemitas (la familia, como saben, que reina en la Jordania actual), se le dió la Transjordania. Faisal se mostró muy abierto a los judíos (en cierto sentido, se mantiene ello en la familia): "Nosotros, los árabes, y especialmente aquellos que poseemos educación, miramos con la más profunda simpatía al movimiento sionista, les ofreceremos una cálida bienvenida al hogar". Se equivocaba Faisal, se equivocaba.
Comenzaron los ataques árabes a los judíos en 1920. Aquí surgió entonces la organización de autodefensa -ya, desde entonces, subrayo la palabra- de Jabotinski, la Hagganah, el preludio del ejército israelí. Hubo disturbios, se condenó a Jabotinski, y también se condenó, en la parte árabe, al futuro gran muftí, pero este se escapó, la condena de diez años fue in absentia.
Y fue luego de estos disturbios, donde se cometió el error fatal. Los ingleses enviaron a Herbert Samuel, parlamentario, como alto comisario, para calmar el ambiente. A Weizmann no le gustó. Como Samuel era judío, le preocupaba que los árabes lo acusasen de injusticia. Dice Johnson, "no quería perderse nada", estar en misa y en procesión.
Samuel liberó a los participantes en los disturbios: al poner en libertad a Jabotinski, tuvo que perdonar asimismo a los extremistas árabes, quienes los "habían provocado inicialmente".
Los árabes carecían de un líder oficial, Faisal tenía jurisdicción sólo en su territorio. Entonces los ingleses inventaron el título de Gran Muftí de Jerusalem. Al- Husayni, con 28 años, no sólo había sido condenado a prisión, sino tenía un largo historial en la policía como "peligroso". Era tan antibritánico como su odio contra los judíos era feroz e implacable. Ciertamente, Al-Husayni no fue elegido en la votación para el cargo, ocupó el último lugar. Pero su familia y los extremistas comenzaron a hacer campaña: "Los malditos traidores se han unido a los judíos para conseguir que se designe a un muftí miembro de su grupo".
Se convenció a Samuel que sería un "gesto de buena voluntad" hacia los árabes el que Al-Husayni ocupase el título de muftí. Samuel habló con él, le dió el terrorista sus garantías de que se iba a consagrar a la tranquilidad. (Como años más tarde, un pretendido descendiente -todos quieren serlo del "padre de la patria"- de él, Arafat, firmaba "tratados de paz".) A las tres semanas de esta garantía, hubo disturbios de nuevo y asesinaron a 43 judíos. Desde entonces hasta hoy, la “garantía" de la "pax arabe" es siempre la misma.
Dice Johnson, con toda la razón, que poner en el cargo de muftí a Al-Husayni fue uno de "los errores más trágicos y decisivos del siglo". Apunta que Al-Husayni era "un asesino de palabras suaves y un organizador de asesinos". No sólo extendió su antisionismo, sino que hizo del panarabismo el instrumento de este antijudaísmo, por medio del terror. La mayor cantidad de sus víctimas fueron los árabes. Su objetivo era aniquilar a los moderados palestinos, y lo consiguió. Johnson lo califica de "personalidad desequilibrada".
Nada más lógico que se alinease en la "solución final" de Hitler y fuera un aliado del Führer, además de acérrimo adversario de los británicos; y sin embargo los ingleses se lo perdonaron, ya en 1921. Jamás se puede negociar con el enemigo: el resultado siempre es nefasto.
Como la estrategia y luego la herencia política de Al-Husayni condujeron a los palestinos a la debacle total.

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