lunes, 1 de noviembre de 2010

Louis, el bailarín

(Publicado en este blog el 11 de octubre de 2008.)
Louis XIV decía: "Cuando yo bailaba públicamente..." Es la palabra, "públicamente", que utilizaba para referirse a su carrera de bailarín. Comenzó con trece años, en 1651. Aunque estaba en el ballet desde los diez años, o antes. Bailó por última vez en "Les amants magnifiques", comedia-ballet de Moliére, que pueden ver en la entrada de Apolo, en el video de la película "Le roi danse", más abajo: al fallarle ese paso, decidió retirarse.
O sea, su carrera fue de veinte años, y fue la de un virtuoso, uno de los más grandes bailarines de su época. Quizás el mejor. La progresión de la misma fue la de un profesional, sin contar que quien profesionalizó -valga la repetición- al ballet fue él.
Las memorias y los informes reales de entonces, están plenos de información del tiempo que Louis le dedicaba a su entrenamiento y a los ensayos de los ballets, hasta caer enfermo. A veces, posponía un asunto de estado porque tenía que ensayar un ballet en el que había sido "engagé".
Puede que en su carrera haya interpretado 70 ballets, cifra nada desdeñable.
Su ansia de excelencia lo llevó a rodearse solamente de los nobles (entonces todavía el ballet era de "cour", de la corte; no había aún Louis creado el "ballet royal", es decir, el ballet) que bailaban bien, como Saint-Aignan, Villeroi, el duque de Enghien - oh, antepasado de ese que supuestamente Napoléon habría "asesinado". Hasta que decide incluir a los plebeyos, pero que eran profesionales, como Beauchamps (su maestro), el propio Lully, Dolivet, entre otros.
Louis, en tanto Bailarín en Jefe, no hubiese tenido por qué someterse al escrutinio que juzgaría su habilidad técnica. Sin embargo, lo hizo. En ello, me ha ganado para siempre: le importaba más la perfección de su arte en sí, que él mismo como intérprete de ese arte. El verdadero artista.
Creó la Academia Real de la Danza, y ordenó a sus miembros que creasen un sistema de notación y de codificación del baile, con lo cual convertía a los espectadores en jueces de lo que él ejecutaría. Louis no podía "tricher", hacer trampas, sabía que los otros lo sabrían: era él quien les había dado ese instrumento de conocimiento.
Justo ese desarrollo técnico que impulsó Louis, produjo que hacia el final de su carrera los ballets se hicieran más difíciles, con pasos como jetés-battus, tombés-jetés, glissades sur le temps, contretemps. Fue entonces que Louis trabajaba sin descanso en los ensayos, hasta el agotamiento.
Y se retiró como un profesional.
Por demás, las relaciones que Louis tenía con su cuerpo y la comida -fue un tragón de apetito sin límite, aunque refinadísimo- estarían ya acaso contenidas en su "ente danzario". Pero ello sería otro tema.

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